¿Sabías que respirar por la boca puede aumentar el riesgo de padecer caries? ¿O que puede ser una de las causas del apiñamiento en dientes? Son algunos de los síntomas del síndrome de respiración bucal que afecta a muchos menores y del que os vamos a dar algunos consejos para que podáis reconocer y poneros en manos de profesionales si es necesario.
Como sabréis, respiramos por la nariz y expulsamos el aire por la boca. Es un aprendizaje casi innato y un acto tan natural y automático que a veces ni nos fijamos porque damos por supuesto que todo el mundo lo hace correctamente. El hecho de inspirar nasalmente hace que se desarrollen y fortalezcan la nariz, los pulmones y la cavidad torácica. Además, filtramos, humedecemos y calentamos el aire a través de la nariz, no de la boca. Por si esto fuera poco, cuando respiramos por la boca, la sangre no recibe todo el oxígeno que necesita y la actividad cerebral, así como el funcionamiento del sistema nervioso, las glándulas, los músculos y los órganos no están, por así decirlo, al 100%.
Hay niños y niñas que, por diversas razones, acaban cogiendo el aire únicamente por la boca. La razón fundamental de este comportamiento es que existe algo que está obstruyendo las fosas nasales. A todos nos pasa cuando tenemos resfriado. Tenemos congestionada la nariz y no nos queda más remedio que respirar por la boca. O cuando hacemos un esfuerzo físico importante y necesitamos una mayor cantidad de oxígeno.
Ahora imaginad que no es una situación puntual, sino habitual. Es lo que pasa cuando, por ejemplo, tenemos vegetaciones, una de las causas más comunes de este síndrome en menores, aunque no la única. Alergias no diagnosticadas, una desviación en el tabique nasal o el hecho de chuparse el dedo pulgar durante mucho tiempo son otras.
La clave es que recibáis una atención multidisciplinar porque, si las razones pueden ser varias, las consecuencias también afectarán a vuestro hijo o hija de diversas maneras. Además de Pediatría, lo más posible es que tengas que pasar por las consultas de Otorrinolaringología, Foniatría, Neurología, Alergología y Odontología. Está comprobado que el síndrome de respiración bucal produce problemas en cara, dientes, desviación de columna, falta de crecimiento, así como dificultades de tipo psicológico como irritabilidad, falta de descanso y déficit de atención, entre otras.
¿Cuáles son las señales de alarma que podemos certificar los profesionales de la Odontología?
Muchas y bastante importantes, la verdad. Si tienes un peque menor de 5 años y observas alguna de las cinco pistas que te vamos a nombrar, ven a vernos. En edades tempranas es muy posible frenar algunos de los efectos más graves. Por eso, es tan importante que inicies las revisiones de tu familia en el primer año de vida.
1. Caries, gingivitis y mal aliento a pesar de tener una buena higiene dental.
El hecho de respirar por la boca hace que ésta se reseca y haya menos saliva, un agente natural que nos protege de las caries al mantener la cavidad bucal hidratada. Las bacterias lo tienen así más fácil para hacer de las suyas.
2. Dientes apiñados o torcidos.
El síndrome de respiración bucal hace que la nariz no se desarrolle de manera correcta y los huesos maxilares tampoco. En concreto, el paladar y las arcadas dentarias serán más estrechas y, por tanto, los dientes tendrán menos espacio del natural para brotar.
3. Cara y boca más estrecha y alargada de lo habitual.
Si desde edades tempranas permaneces con la boca siempre parcialmente abierta, el desarrollo muscular y esquelético serán lógicamente diferentes. Si te fijas, los menores que respiran por la boca tienen una cara particular. Su nombre científico es fascies adenoide y se caracteriza por un rostro alargado, flácido y con mirada muchas veces ausente o cansada.
4. Labio inferior más desarrollado que el superior.
Debido al hábito o costumbre de tener la boca entreabierta todo el rato. Como consecuencia, los dientes superiores e incluso la encía quedan siempre a la vista.
5. Problemas en la masticación.
Tienen dificultad para comer y respirar a la vez. Pueden masticar de manera muy lenta o incluso tener problemas digestivos por no masticar adecuadamente y tragar los alimentos sin apenas procesar.